Pequeños espacios, separan mis paredes de cemento,
del río que diviso desde mi ventana. Marrones negros,
otras veces tan nublados, desaparecen y ya no lo veo,
agazapado también por nubarrones de lluvia intensos.
Esto me alcanza, para elevar mi espíritu al universo.
Para sentirme atrapada y presa, por tanta maravilla,
acumulada día a día, en cada rincón del Alma. Sí,
mirar al horizonte, con tantos espacios regalados,
por mi ángel, que no abandona, mi necesidad callada.
Es cierto, el deseo, transfigura lo mortal de tu figura,
hace añicos, cada espacio material que te acompaña,
se encarga de llevarte con sus alas, a un rincón ardido,
ardido de esperanza, asemejada al amor o a la añoranza.
Pobre hombre, que no sabes distinguir, todavía que la vida,
con enormes ilusiones, te deja libertad, anhelo y canciones.
Con un amor que murmura, frágilmente al oído, te dice,
escuchas el vuelo del ave, que te busca entre las sombras.
Partes sola en tu rumbo silencioso, para encontrar tu hombre,
ese ser, distante, que estremezca con la sirena del cielo azul.
Tu monotonía, se asemeja a todo ser en la tierra, que no ve.
Cerró sus ojos, sin sentir como nacen los versos a mi antojo.
Lo quiero así, que importa si no entiendes, lo hago lo entiendo yo,
como entiendo que estoy, en este mundo, con este objetivo, amar.
Amar la vida, la esperanza, las ilusiones, las añoranzas, cada día,
aunque todo haya cambiado, seguiré pensando que algo cambiará.
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